Hay planos de Baires que tienen una magia especial, tal vez el paisaje urbano se asemeje en todas las ciudades.
Los trenes, los cementerios, las plazas, los edificios modernos, goticos, los renacentistas. La arquitectura de Baires la enmarca en miles de hermosas postales.
Sus peatonales, sus impactantes avenidas, las callejuelas. El glam y el carton conviven armonicamente.
Buenos Aires no duerme, tan solo respira mas lento, acunando desamparados sobre Av. Corrientes.
Duerme el Gran Buenos Aires, custodiado por gendarmes pero tras General Paz la belleza de los barrios porteños no se sonroja ante la miseria que cada dia desparrama estampitas o la transforma en shopping ambulante.
Baires sigue siendo Baires, resplandeciendo para los turistas que la postulas entre una de las ocho ciudades mas importante del mundo.
Su magia es como la cucharada de dulce de leche que se le roba a la heladera en una noche de imsomnio.
Tantos pasos he dado por Baires, tantas veces me he sumergido en el vertigo diurno de la City, casi tantas como las noches en las que he disfrutado de sus placeres.
Es Baires una de las siete maravillas de mi mundo.
Tan pequeña como para cruzarme con gente indeseable, tan inmensa como para no ver a quienes quiero ver.
Algunas veces tan odiosa, infectada de esperas, tan sobre poblada.
Pero en Baires las horas magicas, realmente son magicas.
Contemplar como cae la luz del atardecer en el Colon, cuando cada paloma vuelve a casa y acto seguido se encienden las luminarias endulza mi alma.
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